jueves, 6 de octubre de 2011

MIENTRAS AGONIZO (1930) WILLIAM FAULKNER



Hace poco he terminado de leer, una de las novelas en las que el monólogo interior, se hace presente desde principio a fin cómo una de sus principales características y, en la que el escritor norteamericano William Faulkner quien alguna vez ganara el tan mencionado premio nobel de literatura, nos va narrando la personalidad de cada uno de los personajes de la familia Bundren; quienes viviendo como campesinos pobres de una comunidad rural y que a pesar de llevar una videa difícil y de diferencias en su entorno, deberán de cumplir el último designio de su madre que es el de ser enterrada en su ciudad natal de Jefferson. Pasarán el drama de sus vidas y sin embargo, verán en todo esto un propósito para encontrar algo de cierto interés particular.

Uno de los propios hijos será el encargado de la construcción del ataúd en el que llevarán el cuerpo de Addie Bundren, la madre; y con el que harían un largo viaje en una carreta que por momentos daba la impresión que se iba a venir abajo con las pertenencias del grupo quienes muchas veces renegaban de toda esta odisea que les tocó vivir.

En cada capítulo cada miembro de la familia e inclusive personajes ajenos a ellos van describiendo lo que veían, vivían y sentían alrededor de la difunta mujer, y que el viejo Faulkner de alguna manera dibujo con sus palabras la crisis existencial de las personas de su época y porque no de las de hoy en día.

Y así, la novela circula entre situaciones desfavorables como por ejemplo cuándo Cash, uno de los hijos, se rompe una pierna y tiene que seguir con el dolor encima y de esto nos dice uno de los capítulos en el que interviene Vardaman su hermano menor en la página 181 diciendo que "Cash está enfermo. Está encima de la caja. Tenemos que comprar medicinas en Mottson". O también "Cash se ha roto una pierna". Más adelante también nos relata un hecho que causó pavor en uno de los pueblos dónde se detuvieron frente a una ferretería perteneciente al señor Grummet y que según se cuenta " las señoras que pasaban por allí se tapaban las narices con un pañuelo, y que un grupo de hombres y chicos de olfato menos exigente se habían quedado de pie junto a la carreta, escuchando cómo el alguacil discutía con el hombre que estaba sentado frente a ella".

Esto significaba que la gente del lugar pudo percibir lo que iba dentro de aquella carreta que cruzaba por ese territorio y cuyo rechazo se hizo notar de inmediato ya que "llevaba muerta ocho días, explicó Albert. Venían de algún lugar del condado de Yoknapatawpha y querían llevarla a Jefferson". Y ya casi finalizando esta historia se ve que el padre Anse Bundren termina amonestándoles a sus hijos al decirles que ninguno de ellos nunca quiso a su madre, aunque en varios pasajes de esta novela se le ve a él mismo como una persona egoísta y que no le interesaba mucho el comportamiento de sus hijos sobre los cuáles no ejercía el interés paternal. Aunque cumplieron con la petición de la madre, en el fondo se ve que cada uno es un mundo diferente del otro al viajar por el mismo camino, y que después de todo los une el lazo sanguíneo de sus progenitores que los trajeron a esas tierras en medio de las circunstancias con las que tuvieron que lidiar para poder vivir como ellos mejor podían.


Acerca del origen del título de la obra Faulkner mencionaba una cita del libro La Odisea en el libro XI: "Mientras agonizo, la mujer de los ojos de perro no me cierra los ojos cuando ya desciendo al Hades".

Queda pues en el lector, su propio juicio acerca de la obra.


Pablo "Dark" Pineda

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